NO REPRIMIR, AUNQUE VIOLE LA LEY.
Mtro. Sadí Kuri Martínez
07 de octubre 2019.


En los últimos meses hemos visto a través de los medios de comunicación como actúan los gobiernos Federal y de la Ciudad de México ante manifestaciones violentas.

Uno de los principios básicos para que prive un estado de derecho, indudablemente es la Libertad de Expresión, esto es posible si y solo si, esta Libertad se ejerce en perfecta armonía con otros principios básicos de la democracia. No es dable ejercer la Libertad de Expresión a través de actos violentos por medio de los cuales se atente en contra de Bienes Jurídicos tutelados por el mismo estado como el patrimonio, la salud e inclusive; la vida.

Claudia Sheinbaum, jefa del Gobierno de la Ciudad de México ha dicho hasta el cansancio que no reprimirán las manifestaciones que se lleven a cabo en las vías públicas de la entidad que administra. Sin embargo, dándole una real perspectiva a estas declaraciones con la violencia que ha privado en parte de estas manifestaciones, podemos concluir que la Jefa de Gobierno está violando la ley. El quinto párrafo del artículo 16 de La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que cualquier persona podrá detener a otra que esté cometiendo un delito, en términos jurídicos estaríamos hablando de una detención en flagrancia.  Evidentemente si un particular puede llevar a cabo esta detención, cuantimás la autoridad. Distinto a lo que el gobierno de la ciudad de México ha manifestado respecto a las manifestaciones de los últimos días, hemos visto a través de diversos medios de comunicación la violencia con la que algunos de los manifestantes se desenvuelven. Destruyen inmuebles, lesionan a civiles, no nada más increpan, sino que llegan a agredir físicamente a funcionarios públicos, entiéndase; policías. En estas lamentables imágenes que todos hemos tenido a la vista se aprecia cómo algunos de los manifestantes cometen delitos en flagrancia, la autoridad tiene la obligación irrenunciable de detenerlos de inmediato y ponerlos a disposición de la autoridad competente. No pueden esconderse tras argumentos de no represión, para no cumplir un mandato constitucional. El insistir con esta línea discursiva indudablemente coloca la autoridad como cómplice de los actos delictivos que presencia de manera personal y directa y no actúa en consecuencia.

Asunto aparte es el famoso “Cinturón de Paz”, ese despliegue de funcionarios y funcionarias públicas utilizadas como carne de cañón y que pudo haber puesto en serios aprietos al gobierno de la Doctora Sheinbaum. En diversos medios de comunicación pudimos ver funcionarios y funcionarias que se quitaban las camisetas que les fueron proporcionadas por el gobierno de la ciudad de México por temor a ser agredidos por los manifestantes al ser identificados como parte de este cinturón. El haberlos colocado en una situación de tan alto riesgo indudablemente fue una gran irresponsabilidad por parte del gobierno de la ciudad de México. Muchas y muchos de ellos fueron contratados para trabajar detrás de un escritorio, para desarrollar proyectos de urbanismo, para trabajar como mensajeros o mensajeras, para recibir pagos en caja recaudadoras, y un sinfín de labores no nada más distintas, sino completamente ajenas y distantes de aquellas que les pusieron a hacer este 2 de octubre.

A las 48 horas de haber sucedido las manifestaciones que conmemoraran un año más de los acontecimientos sucedidos el 2 de octubre de 1968, presentó su renuncia a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, el licenciado Jesús Orta Martínez, perfilándose de manera natural para ocupar la titularidad de dicha Secretaría Omar Hamid Ramírez García Harfuch. Pareciera ser que Licenciado Orta Martínez presentó su renuncia ya que la Jefa de Gobierno le amarró las manos ocasionando una evidente imposibilidad para cumplir cabal y jurídicamente con su encargo.

En la otra pista de lo que no deja de ser un circo en materia de seguridad pública encontramos las ya no nada más desafortunadas, sino ahora preocupantes declaraciones del señor Presidente en materia de seguridad pública. Ya no nada más es el: “Fúchi, Huácala”, ahora es hablar con los papás, mamás y abuelos de aquellas personas que se porten mal en las manifestaciones. ¿En verdad el señor presidente remite una problemática que ha costado miles de vidas en este país a “zapes” y “nalgadas”? Esta situación ya es preocupante, dejó de ser una payasada para pasar a ser una burla. El Presidente no quiere darse cuenta de lo cruenta que es la situación en materia de seguridad pública. Primero decía tener otros datos, luego que todo era ocasionado por la prensa “fifí”, luego que eran los conservadores, luego vino el desdén con el “Fúchi, Huácala”, ahora lo endosa a los padres, madres y abuelos. ¿Cuándo asumirá su responsabilidad? ¿cuándo le dará el tratamiento, serio, objetivo y digno al tema de seguridad pública?

Finalmente, y en la tercera pista tenemos aún ya agónico secretario de seguridad pública federal que no hace nada. Brilla por su ausencia, por su inactividad, por su falta de compromiso y por su ignorancia en uno de los encargos más importantes que ha tenido en su insípida carrera. Al día de hoy seguimos con una guardia nacional inoperante, cara y totalmente ausente en el escenario de la seguridad pública de este país.



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