"Sin duda he sido mala persona".
Por Sergio Rodríguez Prieto 


“…¿A quién le puede importar, después de muerto, que uno tenga sus vicios? El día del juicio final, que Lucifer sea, mi abogado de oficio…”.
A mis cuarenta y diez.
Joaquín Sabina.


Leo a Roberto Bolaño y su “Los Detectives Salvajes” (regalo excelso y más que acertado de la licenciada Norma Angélica Cervantes Villalpando hacia mi persona, que leo con gusto), para descubrir un concepto que me acomoda en demasía para lo que ahora escribo: “realismo visceral”: la desconexión transitoria de cierto tipo de realidad..., transición, en mi caso, de mínima duración, como lo he intentado describir en mis más recientes entregas. ¿Y cuál realidad? La que presente ha estado en estos últimos sesenta años de existencia. Así que mi comportamiento, que supuse atinado en su momento, ahora resulta ser inadecuado, erróneo, y al ser “rescatado” ese pasado (por otros)  ahora en el presente, genera que, por ejemplo, no sea elegido para integrar el Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción del Estado de Aguascalientes (se cagaron del susto los integrantes del Comité de Selección), o que me “bajen” de la mesa de análisis de la contrarreforma penal en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión (“...No conviene... es un depredador...”); o que se me diga (en términos de real y legítimo reclamo) que no supe valorar a plenitud la entrega total realizada por auténtica, sincera, entregada belleza pre-Mariana. No tuve la humildad (esa chingadera que aún no entiendo) de, digamos, un Eutimio Serna Chávez... ahora les comento:

Fue a mitad de la década de los setentas del siglo pasado, cuando, por así decirlo, fueron “defenestrados” los tres integrantes del Supremo Tribunal de Justicia en el Estado, los únicos con los que se contaba en aquella época, para dar paso a la renovación. Luis Navarro Sotomayor (al que le perdí la pista); Juan de Luna Loera (que pasó a realizar actividades de notificador en el único Juzgado de Distrito que se tenía (humildad, pues), y que luego regresó a la presidencia del citado supremo tribunal, para después convertirse, ya casi al final de su existencia, en asesor jurídico de la Secretaría General de Gobierno, lugar de donde le asimile sabios consejos de carácter legal; y Eutimio Serna Chávez, “El Ceritos”, en quien me centraré ahora, y al que por cierto, hoy en día muy bien le hubieran colgado el sanbenito de “depredador”, cuando “amenazaba” a sus alumnos con darles calificación de CERO, si no estudiaban.

Lograda la “defenestración”, el referido sobrevivió sin problemas (eso lo supongo) con sus actividades como maestro en la secundaria - todavía en funciones en la hoy muy devaluada pero inmaculada Universidad Autónoma de Aguascalientes-, en la Escuela Normal del Estado y en el Colegio Portugal. Y de esa época, rescato una imagen de don Eutimio tomando clase, y ¡qué clase!

Ya en pleno funcionamiento el Departamento de Ciencias Sociales del Centro de Enseñanza Media, departamento a mi cargo, tenía que organizar y supervisar los cursos de capacitación y actualización pedagógica de los maestros del lugar, tanto los de bachillerato como los de secundaria, que realizábamos los días sábados en horario matutino/vespertino. En uno de tales cursos, casi exclusivo para profesores de secundaria, la idea consistía en que cada uno de los participantes expusiera un tema de su especialidad a sus compañeros de grupo, para analizar entre todos, las virtudes y defectos mostrados en la disertación, y a partir de ello, formular recomendaciones para mejorar estilos. Y así la exposición de la Maestra Benita, que impartía “Corte y Confección”. Tema: “Reglas para coser de manera eficiente el botón a la camisa”. Y ello desde el principio, es decir, seleccionar hilo y aguja, y sobre todo, como ensartar el hilo en la aguja. Y de ahí surge la imagen: en primera fila el ex-magistrado Eutimio Serna Chávez, afanado y ensalivando la punta de la hebra, para poderla ensartar adecuadamente en la aguja, y seguir adelante con las instrucciones de la maestra Benita, para así coser adecuadamente el botón a la camisa. Por supuesto que aprobó el curso, y también lo hizo la maestra, por su adecuada enseñanza. Nada que reprocharles a ambos… Así era la Universidad Autónoma de Aguascalientes. No… nunca se me ha dado esa humildad…

“...Te quiero así, como eres. Con todo lo bueno que no ves, con todo lo malo que dices tener...”. Gracias Mariana, nos vemos el 2 de Noviembre….

Aguascalientes, Ags.
20 de febrero de 2020.
Sergio Rodríguez Prieto.


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