"Sin título"
Por Sergio Rodríguez Prieto.
29 de junio 2020.

“…Estoy sin fumar, sin beber, sin coger, y sin meterme drogas, y estoy pasando el peor cuarto de hora de mi vida…”.
Joaquín Sabina.


                                   Tal es el actual estado de ánimo por el que estamos pasando algunos de nosotros, provocado por esta presencia del Covid-19 en nuestras vidas, y que por supuesto, las cambiará en forma radical en este ya nefasto 2020. Tan mal está, que hasta los grandes compositores y cantantes, se están equivocando (Carlos Vives / Diego “El Cigala”); pero también ha provocado genialidades (Silvio Rodríguez / Rubén Blades). Este escenario me resulta inédito -salvo aquellas pequeñas sesiones de aislamiento de “semana santa” en la década de los sesentas del siglo pasado, y no tan rudas como la presente-, por lo que ninguna referencia o “memoria” que atraer para compartir. Y junto con ello, la ausencia evidente de Mariana, genera mayor incertidumbre y tristeza.

                                   A ello, agregar el desmoronamiento del entorno, que se manifestará -seguro- con mayor fuerza en el corto plazo, y que seguro nos arrastrará por senderos no amigables. Definiré esto, en términos de Ortega y Gasset, a partir de la visión que tenía de la España de su tiempo: “…Los españoles estaban espiritualmente muertos, culturalmente muertos, educativamente muertos…”. Y bien aplica tal idea a lo que tenemos hoy: Los mexicanos estamos espiritualmente muertos, culturalmente muertos, educativamente muertos.

                                   Y sigo: “…España no es nada; es una antigua raza berberisca, donde hubo algunas mujeres hermosas, algunos hombres bravos y algunos pintores de retina genial. Más por su alma no han pasado ni Platón, ni Newton, ni Kant, y con una terquedad incomprensible viene cometiendo, desde hace tres siglos, el gran pecado contra el Espíritu Santo; la incultura, el horror a las ideas y a las teorías…”. Así México, mutatis mutandis, a partir del año de 1985, sin que tengamos ya ideas claras de cómo tengamos que recuperar nuestra historia.

                                   ¿Que calificativo aplicar a la más reciente producción de Diego “El Cigala”, denominada “Cigala Canta a México”? Les informo: el de no malo, ¡malísimo! ¿Cómo aceptó este señor ya altamente posicionado en el tema de lo flamenco, dejarse “producir” por un tal Jaime Calabuch (“Jumitus”) y ponerse a “interpretar” las “clásicas” canciones del sentir mexicano, no como El Cigala, sino como cualquier cantor de cuarta (como la 4T), que no emociona a nadie, y si en cambio, decepciona? “…Toda mi vida he estado enamorado de la música  que nació de esa tierra a la que amo profundamente y que me abrió las puertas de su alma y corazón hace más de veinte años, cuando inicié mi carrera…”. De acuerdo. Pero que no chingue. Se dedicó a “destrozar” los doce cortes que integran la producción. Ninguno realmente rescatable, porque lo pusieron a “cantar” como mexicano, y no como canta “El Cigala”. Y todo lo sublime que encontramos, por ejemplo, en “Indestructible” (grabación por él realizada en el año de 2016), se derrumba ante el ridículo evidenciado con “El Gato”, patética adaptación a la composición de Rafael Pérez Botija, y en su momento presentada y glorificada por Rocío Dúrcal como “La gata bajo la lluvia” (un supertema de real “empoderamiento” de las mujeres en el año de 1981: “…Amor, no sé, no digas nada, de verdad; Si ves alguna lágrima, perdón; Ya sé que no has querido hacer llorar a un gato herido. Amor, si alguna vez nos vemos por ahí; Invítame a un café y hazme el amor; Y si ya no vuelvo a verte ojalá que tengas suerte; Ya lo ves, la vida es así; Tú te vas y yo me quedo aquí; Lloverá y ya no seré tuya; Seré la gata bajo la lluvia… y maullaré por tí…”). Ya luego les explicaré eso de la autocomplacencia (meterse mano, pues) lograda por la citada con el “Cartel de Publicidad”, tema de ¡1966! No los distraigo por ahora: un desastre ese “Canta a México”.

                                   Y mientras El Cigala desbarranca, resucita Silvio Rodríguez con “Para la Espera”, que “…incluye algunas de las canciones que he compuesto en los últimos años. En todos los casos son primeras versiones realizadas poco tiempo después de haberlas compuesto. Los instrumentos y voces que aquí se escuchan soy yo mismo, tomando apuntes para desarrollar después…”, según nos confiesa el propio Silvio en un comunicado. No menos de veinte reseñas realizadas nos refieren la grandeza de la producción, conformada por trece temas, quedando ya en mi memoria y en mi actual forma de vida los denominados “Aunque no quiero, veo que me alejo” (“…Y para que no olvides que te tuve, te dejaré un mensaje en el espejo… Anoche me seguían los demonios y no quise llevarlos a tu puerta, saliendo el sol, logré burlar sus odios, y no me voy hasta que no te vea despierta…”); “Danzón para la espera” (“…Un amor para decir ‘te espero’; una piel donde aprender fragancia; un azul para volver, un sinsonte para ser, y un danzón para bailar el ansia, un danzón para esperar el alba…”); y “Después de vivir” (“…Después de vivir me queda un rescoldo, donde escoger recuerdos; después de vivir, a veces encuentro lo que en mis ojos tuve, y no distinguí por ir envuelto de más sombras que luces…”).

                                   Este confinamiento no ayuda… Y tampoco ayudará lo que le sigue… Sigamos, no obstante, sobreviviendo…


Sergio Rodríguez Prieto.
Mes de Junio.
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