Un pilar de la política: el respeto
Ignacio Ruelas Olvera
28 de noviembre 2023
Desde luego la palabra respeto se interpreta de manera conveniente a cada interpretador. En esa virtud se hace polisémica. Empero, es un valor moral y no atiende caprichos. Sus acciones se muestran en los comportamientos hacia los demás. Proviene del latín “respectus”, que significa consideración, atención, miramiento; compuesta de re, vuelta a un estado anterior, y espectrum que significa aparición, mirar. No llama a “mirar hacia atrás”. (https://lacasadelaetica.com/respeto/) Respetar implica observar, reconocer, a alguien o a algo. Cuando hay respeto se cancelan los daños, en el respeto está implícito: aceptación, tolerancia, reconocimiento…, esto es, cumplir con las normas que permiten la vida compartida en sociedad, las relaciones con las personas y las cosas, con las normas y las culturas. Es el caso de respetar al “Otro y lo otro”, a los seres humanos y al mundo.
De manera inversa el irrespeto, agrede, afecta categóricamente las relaciones con los demás, con las instituciones, las normas, las costumbres, el carácter. Es un atentado contra la diversidad y la pluralidad. Faltar al respeto es sustraerse de los modos civilizados de vivir y convivir. Las ofensas, los insultos, el basureo, … son irrespetos. Siempre hay un motivo que respetar, ello constituye una VIRTUD que hace la consideración. El “Otro” es quien nos significa, pues la primera persona es la “Otra de la Otra”, se trata de la categoría que se le concede, precisamente para no dañarlo. Veámoslo así, se atiende a discípulos inteligentes y a perezosos, ¿cuál es la diferencia?, ¡el respeto por ambos! La razón es simple, respetar reconoce la circunstancia, esta consideración asume la responsabilidad. Se trata de un comportamiento ético, es una conducta que muestra actitud, sentimiento, en fin, valores de tendencia, ya que se toma de su comportamiento, al respetar se revela la atención y no la indiferencia, al respetar se interactúa con cuidado y consideración.
La desnutrida muestra política, sin duda, es por la falta de respeto a la libertad de opinión y la libertad intelectual, no perdamos de vista que el respeto es alma de la democracia. Empero, el respeto implica y exige que se participe con coherencia, lucidez, verdad, en todo diálogo. Uno de los olvidos más reiterados es sobre el alcance de las palabras, decía Neruda, “en el centro de todo está la palabra”. El mundo mediático transmite del discurso político una ola de frases preelaboradas, consignas, lemas…, que hacen que pierdan ideas y argumentos, imaginación y conmemoración. Dígame Usted, amable lector, coincidirá que el debate en la Soberana Representación Popular es todo menos diálogo civilizado que busque soluciones, que impulse la cultura del diálogo, que exige saber escuchar. Actuar así, es desperdiciar la posibilidad de la palabra para dignificar la política, una asignatura colectiva pendiente y urgente, negar la discusión establece una ofensa a sí mismo y, sobre todo, a los representados, a su inteligencia.
Si el vecino no usa corbata, fuma, se endeuda, elige cargos públicos con responsabilidad, es emprendedor, busca mejores formas de existencia material y cultural…, ¡pues es su derecho!, NADIE podrá criticarle esa organización de su familia y sus propósitos, sucede lo mismo entre países, la forma de organización de sus impulsos, competencias, metas, objetivos, meta-objetivos… son un tema de ellos; si la ciudadanía Argentina votó por una opción más que por otra, ¿tenemos derecho a decir que son malnacidos?, ¡claro que no! Si alguien cree en Dios, si Otros creen en la ciencia, si el sistema de mercado les entalla a algunos, si se es neoliberal, si se es conservador… es un tema en el que nadie puede criticar. Podrá dialogarlo, debatirlo con ellos, igual y los convence, pero no desde el “basureo” como arma política, eso constituye un atentado democrático. Escuchar al “Otro” es respetarlo, meterlo en otra razón también, es decir, conversar políticamente.
La ética no se respeta en las actuaciones políticas, ni en las comunicativas; en POLÍTICA, con mayúscula, están prohibidos medios indignos. Política implica respeto, es su sensatez. Las posiciones “geométricas” de la política, asumen ideologías radicales, absurdas, abigarradas, sin diálogo, pues ellos “son la neta”; si triunfan serán entusiastas ídolos, si son perdedores pesimistas, dirán que les robaron, un “fraude histórico” fraguado por los enemigos “del pueblo”, las oposiciones; impulsarán peroratas con denostaciones e imágenes narradas sin lógica… De “izquierda a derecha” pasando por varios tamices, cuando están en el poder, su trabajo es impedir que las oposiciones ganen, no les interesa gobernar. Con el modelo actual de la clase política perdemos, es una vergonzosa falta de respeto a “todas y todos”. Es un detrimento al respeto del: “yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos”, la “rosa de los vientos” ciudadana. La política es un tema colectivo, sin excepciones. En la democracia nadie gana todo, ni pierde todo, para siempre, es el juego de participar y deliberar.