Coneval, pobreza y partidos políticos Por Javier García Zapata 8 de agosto 2019.

Coneval, pobreza y partidos políticos
Por Javier García Zapata
8 de agosto 2019.

La reciente publicación del informe de Coneval sobre los resultados de las políticas públicas de combate a la pobreza, los anteriores seis años, ha dado lugar a muchas y diversas interpretaciones, según las entendederas de cada uno. Se da el caso, inclusive, de quien vincula o parece que sugiere una correlación entre financiamiento público a los partidos políticos y la pobreza. Eso es tanto como mezclar peras con manzanas, o, peor, papas con papayas.

Son dos lógicas muy distintas las que se aplican en los programas de combate a la pobreza y la asignación de prerrogativas a los partidos políticos. Esta última nace de la idea de que es preferible el financiamiento público, regulado por ley y totalmente fiscalizable, al financiamiento privado, en el cual puede colarse dinero del crimen organizado o, incluso, del poder económico que, en esa situación, condicionarán candidaturas y campañas político-electorales. 

La cuestión sería más bien, modificar los criterios para definir montos y topes, así como las fórmulas de asignación. Pero hay dos hechos hasta hoy inevitables: 1) la participación de los partidos la decide el electorado con su voto, así sea en porcentajes minoritarios. Si la ciudadanía no quiere partidos “satélites”, que no vote por ellos. En tanto, éstos seguirán y accederán a las prerrogativas, cuya base, reitero, es el sufragio. 2) De cualquier manera, todo indica que el dinero privado llega, con todas sus consecuencias.

El origen y la persistencia de la pobreza radica en la terrible desigualdad en la distribución del ingreso. México se distingue a nivel mundial por esa razón. Los programas sociales sólo mitigan la pobreza, combaten los efectos no las causas. 
Por eso continúa y, en algunas entidades, crece la intensidad de la pobreza y el número de pobres. 
Afectan, eso sí, ineficacia burocrática, mal diseño y peor aplicación de los programas, corrupción, demagogia, mentiras, paralización administrativa y desviaciones clientelares.

Por otra parte, en tanto siga la economía estancada, o casi, sin crecimiento, los salarios constreñidos por acuerdo gobierno-empresarios, el desmantelamiento de la estructura de bienestar social y de las políticas de redistribución del ingreso, las deficiencias a veces dramáticas en el sistema educativo (corresponsabilidad de maestros, padres de familia, sector público, medios de información) nuestro país seguirá siendo un país de pobres. Un pobre país.