"Yo si me eduqué en una cantina. Segunda Parte"
Por Sergio Rodríguez Prieto.
18 de marzo 2020. 

“…Que no se ocupe de ti el desamparo,
Que cada cena sea tu última cena,
Que ser valiente no salga tan caro,
Que ser cobarde no valga la pena,
Que no te compren por menos de nada,
Que no te vendan amor sin espinas,
Que no te duerman con cuentos de hadas,
Que no te cierren el bar de la esquina…”.
“Noches de Boda”.
Joaquín Sabina.


                  ¿Por qué el Derecho Penal? No tengo respuesta clara de ello. Todo fue tan circunstancial. En la etapa en que asistía a la secundaria, casi de manera cotidiana se nos decía que nosotros éramos el “arquitecto de nuestro propio destino” (frase que obviamente no alcance a comprender en su real plenitud, ni antes, ni ahora), a lo que se agregaba, que siempre era deseable que en cualquier actividad se debería ser “el mejor de la clase”. Como sea, en ese tiempo salvo los muy ñoños, no teníamos ni la más elemental idea de lo que iba ser nuestro futuro.

            Aún así, casi al final del ciclo preparatoria me iba quedando claro que el futuro no debía ser tan complicado para mi: heredar (a su debido tiempo) la cantina de mi padre y mi tío -el “Salón Granada”- e ingresar como “auxiliar” a los Talleres del Ferrocarril, para integrarme al grupo de “halcones” de la sección 2 del sindicato, comandado por Benjamin Zarzosa. Pero nones, ni lo uno, ni lo otro...

            “Primera Señal”: aquí las ideas se me obnubilan, o los recuerdos son vagos, pero él hecho fue que al interior de la cantina, poco después del mediodía, un sujeto se orinaba en lugar no indicado, y por ello mi tío Juventino le llamó la atención, recibiendo por respuesta diversos disparos de arma de fuego que evidentemente le provocaron varias lesiones... Mi tío reaccionó de inmediato, se dirigió al Volkswagen que le servía de transporte, y tal cual se dirigió al hospital del Ferrocarril (obvio), ubicado en la Alameda, donde fue atendido de forma diligente y eficaz. Aun no recuerdo que hice ante ello... supongo avise a la familia, a los curiosos, a la policía..., o no hice nada. Como tampoco recuerdo si hubo investigación, proceso y cárcel... Por cierto, durante el tiempo que “viví” en la cantina referenciada, el evento narrado no fue el único que destiló violencia, puesto que hubo otros diversos, en los que por fortuna no se presentó ninguna privación de vida.

            Concluida la preparatoria, y ante la negativa de mi padre de “darme de alta” en los talleres del ferrocarril, tome la decisión de realizar examen de admisión a la carrera de derecho en la Universidad de Guanajuato, lugar harto restringido en su acceso, y consciente de no aprobarlo, justificaría mi incapacidad y así, la permanencia en esta ciudad (aun sin universidad), y como consecuencia, pues al ferrocarril. Tampoco fue así. Y de acuerdo a “Les Luthiers”, explico qué pasó: cuando llegué a Guanajuato, lugar no conocido por mi, me impresionó: ¡ese fue el primer impacto! Quise entrar a la universidad por la puerta grande, la puerta grande estaba cerrada: ¡ese fue el segundo impacto! Como sea, aprobé el examen de ingreso, de tal manera que, de los cien alumnos aceptados a la carrera, tomados de novecientos aspirantes, el único del estado de Aguascalientes que fue considerado, fue su servilleta…

            “Segunda Señal”: En el tercer año de la carrera de derecho se impartía la materia de Derecho Procesal Penal; era el Licenciado Martínez Inda quien la tenía a su cargo y  recomendó para ello, la adquisición del correspondiente “Derecho Procesal Penal” de un tal Manuel Rivera Silva, librito en extremo elemental que agoté en menos de una semana. Como consecuencia de ello, pedí al citado maestro me explicará el por qué en cursos anteriores de Derecho Penal se me había exigido la plena y total comprensión de “los elementos del delito”, y el autor citado, nada explicaba el respecto de ellos en el proceso penal que proponía, y solo “trabajaba” una elemental y vaga definición de “cuerpo del delito”. Resultado: el no asistir el resto del año al curso en cuestión, asegurando el maestro que la materia ya la tenía aprobada, lo que por supuesto ocurrió.

                  “Tercera Señal”: Justo al inicio de las actividades del quinto año de la carrera, septiembre de 1974, por cambio de funcionarios, dejé de trabajar en Radio Universidad de Guanajuato, y a su vez, en la unidad de dirección y producción del “Teatro Universitario”, con el legendario Enrique Ruelas. Por fortuna, solo estuve una semana de desempleado, puesto que sin tenerlo en mente, me convertí en “escribano” de la Notaría Número 9 en el Estado de Guanajuato, cuyo titular lo era el muy reconocido penalista (aun hoy en día) Enrique Cardona Arizmendi, futuro Procurador General de Justicia en tal entidad. En ese tiempo, el citado maestro formaba parte de una comisión que estaba realizando los trabajos correspondientes a la elaboración de lo que sería el nuevo código penal del estado, y era yo precisamente quien “pasaba en limpio” los acuerdos a los que se llegaba: es decir, tuve la oportunidad de “redactar” tal ordenamiento: Yo hice el código penal del Estado de Guanajuato (Ja, Ja, Ja). Era más que lógico que mi tema de tesis “saliera” de tan novedoso documento, el relativo a la aún hoy muy incomprensible por los operadores actuales de la “Autoría y Participación”.

            “Cuarta Señal”: Ya estando en Aguascalientes, y no tan involucrado en temas jurídicos, por obvia presión familiar, se me exigía mayor compromiso con lo que significaba mi profesión, y así fue que para septiembre/octubre de 1978 ingresé a la Dirección General de Averiguaciones Previas a la sección de chismes (hoy mediación o facilitación) como Agente del Ministerio Público (ya les comenté lo del “henechizo”), y tuve que “soltarme el pelo” a partir del mes de enero de 1979, al cubrir las vacaciones de los compañeros en las guardias de la Dirección de Policía Judicial, y a darle…

            Era claro que ese NO era mi proyecto de vida, pero supongo cumplí con lo que me tocó hacer.

            En esta ocasión nada puedo comentar sobre Mariana, puesto que como por ahora se encuentra en un combate contra sus demonios físicos y mentales, estoy en espera los deba vencer para continuar…

            P.D. Seguro estoy que en mí no tendrá posibilidad de manifestarse el coronavirus... nací en Aguascalientes, y Dios no castiga dos veces.

Aguascalientes, Ags.
18 de marzo de 2020
Sergio Rodríguez Prieto.
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