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El honor de ser periodista.
Septiembre 8, 2022
Por Joaquín Chávez Pérez.
Las palabras precisas de un maestro siempre van a determinar el camino de un alumno. Abel Velázquez. Las hojas en blanco son el mejor aliado de un periodista cuando la palabra está lista para fluir a través de los dedos después de una jornada de perseguir la nota que pueda ocupar ocho columnas en el diario de la mañana, pero cuando el silencio aparece el pedazo de papel es el enemigo más cruel y solamente el fermento de la experiencia puede sacar a flote ese letargo maligno, entonces aparece la magia del periodista que sabe lo que debe hacer, aún sin el mágico aliento de la mejor entrevista o del evento vivido desde el lugar correcto.
La práctica del tundeteclas se va perfeccionando hasta encontrar su propia esencia, entonces llega eso que le llamamos estilo, saber quién escribe sin su firma, leer por el placer de encontrar al reportero, editorialista, columnista o cronista que nos regala la imagen del espacio al que no acudimos, echar a andar nuestros sentidos con sus letras y permanecer hasta el último renglón para encontrar los colofones de su aventura en el sitio en donde él estuvo.
Encontré estos párrafos en el camino coincidido con diversos ejemplares de esos añejos comunicadores que son conocidos como “los de la vieja guardia”, esos que no necesitaron sentarse en las aulas universitarias para ejercer con honores el título de periodista, esos que tuvieron por pupitre las calles y por maestros a otros como ellos que les transmitieron a base de su propia experiencia el conocimiento y ya dependió de cada uno abrevar lo necesario para saciar su sed de aprendizaje.
Tuve la suerte, sí, suerte, de tener algunos maestros de esos en mi banqueta y no en el aula universitaria, en donde sí, también pasé, pero con menos suerte en el aula de mi siempre querida Universidad Autónoma de Aguascalientes, ahí hubo teoría que descubrí casi innecesaria en la calle.
En la última década del siglo pasado conocí y aprendí -o por lo menos lo intenté- de radio con José Dávila Rodríguez, de cultura con Rafael “El Güero” Juárez, de tauromaquia con Víctor Manuel Esquivel, de reporteada política con Guillermo Brand y la lista podría seguir, pero en quien deseo enfocar este texto es en Alfredo Barba Chávez, a quien ubicaba solamente por “Abacha” y no recuerdo si fue Matías Lozano o Juan Manuel Díaz quien me lo presentó, lo cierto es que desde el día que tuve la oportunidad de estrechar su mano supe que ese lazo duraría mucho tiempo y así es, hoy sigo sintiendo el orgullo de llamarlo maestro, pero me gusta más la palabra amigo.
Fue, creo, en el año 2001 que me invitó a colaborar en su periódico “Mensajero y Enlace” escribiendo algo de toros, ese mismo año viajamos a la ciudad de México a la Asamblea de la Federación Mexicana de Cronistas Deportivos (Femecrode) en donde recibió el premio “Fray Nano” por su trayectoria en la crónica deportiva, al año siguiente se realizó la Asamblea para constituir de manera legal la Asociación de Cronistas Deportivos de Aguascalientes (CRODEA), que encabezaría Juan Manuel Díaz, Abacha quedó de Vicepresidente y yo de Secretario.
Esa fue la época que nos comenzó a unir más, viajamos a varios congresos y asambleas de la Femecrode, me invitó a conocer el Club Primera Plana y con ello el paquete completo, a sus amigos, esos reporteros de los que solamente conocía a través de su trabajo periodístico y que ahora me estrechaban la mano como a un amigo de años, eso gracias a Abacha, a quien querían y respetaban, lo vi.
En el año 2005 se renovó la mesa directiva de CRODEA y él quedó como Presidente y yo como Vicepresidente, al año siguiente, junto con un grupo importante de periodistas creamos la Asociación de Reporteros de Aguascalientes (ARA), años más tarde, en el 2014 se fundó Cronistas e Abacha, Premio México de Periodismo “Ricardo Flores Magón” Informadores Taurinos de Aguascalientes (CITA), asociación que me honré en presidir y ahí también estaba Abacha como vocal de la mesa directiva, en ese entonces ambos éramos parte de la mesa directiva de la Femecrode.
Han sido muchos pasos juntos, kilómetros recorridos por varias partes del país en eventos periodísticos, compartiendo y departiendo, descorchando botellas de buen tinto, disfrutando de corridas de toros, de sentarnos en la redacción a trabajar, de ver crecer proyectos mutuos y los de uno o del otro, de aplaudir los logros personales y de poner el hombro en los fracasos o en el llanto.
En al año 2007, sin yo saberlo, me propuso como candidato para obtener el Premio México de Periodismo, mismo que me fue entregado en la ciudad de Villahermosa, Tabasco, en donde estuvo conmigo, tres años después promovió a Matías Lozano para el mismo galardón y también estuvimos en esa premiación en la ciudad de México, pasaron diez años y en plena pandemia, fue Abacha quien lo recibió en el año 2020, sin ceremonia de premiación, pero con todos los honores y merecimiento.
Podría continuar tecleando de esos pasajes, que si hiciéramos un libro sería necesario buscar un librero bastante amplio para colocar todos los tomos con las anécdotas, charlas, discusiones y chascarrillos de los distintos momentos de compañía, sean pues estas letras un pequeño homenaje al maestro, al amigo, al cómplice, de quien merece estar en el estrado de las glorias periodísticas de nuestro país y que su paso por tantos años en los medios nacionales e internacionales, en las asociaciones, federaciones, redacciones de prensa de gobiernos, partidos políticos y en la brega diaria del reportero que sigue soñando con escribir la nota de ocho para el periódico de la mañana, porque él, Abacha, siempre lleva el honor de ser periodista.
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