El Cambio de Nombre.
Por Sergio Rodríguez Prieto
23 julio 2019

“...¿Le gustaría cambiar mi nombre? ¿Que usted me identificara de manera diferente a como lo hacen los demás? ¿Le podría sugerir que a partir de este momento se pudiera dirigir a mi como Mariana?...”. 
¡Vaya ocurrencia! Pero, pensándolo bien, no fue mala la propuesta. Ahora lo explico.
Se parte de la idea de que estamos hablando de un nombre que a ella siempre le ha gustado, ya que el que tiene oficialmente (bello como quien lo porta), se presta siempre y de forma lamentable a su modificación, desde la perspectiva de una siempre objetable muestra de cariño, lo que precisamente -me explica- es lo que suele fastidiarle.
Mariana.... No, no está mal. Y no puedo evitar ante esta realidad presente a mi lado el de reencontrarme con mi pasado. Sin darle a conocer mi reacción ante su muy atinada propuesta, simplemente le hago escuchar un tema de Alberto Cortéz...
El reproductor de sonido se manifiesta de inmediato con “...Hermano Alberto: Buenos Aires, 10 de septiembre. No pude escribirte en el mismo momento de recibir tu carta y tu canción, el impacto fue demoledor. Estábamos en un “impasse” de esos que tú bien conoces. Tu carta fue el pequeño incentivo para la reconciliación y de ahí... al drama nuevamente. De cualquier manera, el acto queda, quedará y permanecerá hasta el último de mis días, como uno de los hechos más bellos, más cálidos y de mayor color, de mi grisácea vida. Te quiero siempre mucho, y esto dicho de hombre a hombre, a la manera de tus canciones, y te envío mi mejor abrazo y mi ternura, que por mucha que es, nunca alcanzará a igualar la tuya. Jorge.... Que cosas tiene la vida Mariana....”.
Al finalizar la canción, solo atinó a decirme. “...Para usted, soy Mariana...”. Entonces supe que algo de ella seguro me pertenece: su nuevo nombre…

Y a propósito de cambiar nombres, les narro ahora lo útil que puede ser el conocerlos completos. Me encontraba impartiendo “Historia Universal” en el primer semestre del Bachillerato de la naciente UAA, y en el grupo se encontraba el inevitable alumno inquieto (por no decir latoso y charlador), al que había que controlar con el clásico “…salga usted de clase…”. No hubo necesidad de aplicar tan rústica medida, ya que bastó  para mí el poder identificarlo por su nombre completo: Rafael Lucilo. Así que al momento de iniciar su parloteo en clase, le dije sin tapujo: “…Rafael: si sigue usted dando lata, al momento del pase de lista, lo haré diciendo su nombre completo…”. ¡Santo Remedio! El resto del semestre se convirtió en un auténtico muro. Era claro que no se iba a exponer al pitorreo y/o carrilla del resto del grupo (hoy estúpidamente llamado “bullying”), al poder ser identificado como Lucilo.

Años después me lo encontré en uno de los bares mas populares del pueblo, “El Centauro”, y en ese lugar, fue claro que recordamos el suceso, y de los problemas que tuvo que superar por aquello de su nombre. Al calor de las copas, atinó a decirme que me recordaba como uno de los profesores mas capaces que haya tenido en bachillerato, y que dado lo sucedido, pensó en cambiarse de nombre, precisamente por el de… ¡Sergio Lucilo!

Sergio Rodríguez Prieto.
Aguascalientes, Ags.
23 de Julio de 2019.


Noticen.com.mx

Noticen.com.mx

Las noticias más importantes de Aguascalientes, con el particular y efectivo estilo de Carlos Gutiérrez.

Post A Comment:

0 comments: