El antes y el después. Transparencia, ¿para qué?
Por Sergio Rodríguez Prieto

“...Así eras tú en aquellas tardes divertidas, así eras tú de furibunda compañera. Eras como esos días en que eres la vida, y todo lo que tocas lo haces primavera...”.
Mariposas.
Silvio Rodríguez.

              Mariana hoy en día es el motivo de muchas vivencias, todas ellas intensas. Pero, antes, ¿qué hubo? Entiendo que otras Marianas, reales, con rostros, cuerpos, sonrisas, ideas, enojos y exigencias diferentes. Pero sobre todo y siempre, libres a plenitud, sin limitantes.  A una de ellas (o la misma) aún le recuerdo y reclamo que hubiéramos podido cambiar el mundo, por la plena y total conjunción entre su inteligencia (acompañada de belleza extrema) y mi audacia, ya explicada en entrega anterior. No pudo ser, lamentablemente, no pudo ser.

              Así que, parece ahora, no se presentan específicas diferencias entre el antes y el ahora... bueno, si, algunas....

              Alfredo Macías Reyes, diputado local (tan elemental como los de ahora) conducía el vehículo que debía trasladar al Profesor Refugio Esparza Reyes, Gobernador del Estado, de regreso a la ciudad de Aguascalientes después de un evento celebrado en el Municipio de Rincón de Romos. Aproximadamente a las catorce treinta horas surge la urgencia... atender el accidente automovilístico donde el gobernador resultó lesionado. ¡QUE NADIE SE ENTERE!, la instrucción, y  por supuesto, nadie se enteró porque yo estaba de guardia.


              Me dirigí a toda velocidad (conducía un Ford Mustang 78, adecuadamente equipado con un reproductor Kenwood de cassetes) al municipio en cuestión, previa instrucción para comportamiento de personal de ambulancia y grúas. Le pregunté al Gobernador (ya instalado en otro vehículo) a donde debía ser llevado para su atención, y sin dudarlo me ordenó que a la clínica del Seguro Social... así que al arribar la ambulancia, le di instrucciones al conductor indicándole a donde debía ser trasladado. Las dos grúas que utilicé, ordené que depositaran los vehículos involucrados en el percance, en el estacionamiento de las instalaciones de la Dirección de Policía Judicial (un Ford Galaxie y una camioneta Chevrolet, a cuyo propietario presente en el lugar, le pedí se presentara al día siguiente en mi oficina, con la factura del vehículo). Una vez resuelto ese punto, “corrí” a la clínica del Seguro Social (hoy Clínica Uno) a “ordenar” el desalojo del área de urgencias, puesto que en cuestión de minutos tendría que ser atendido, sin testigos, el profesor Esparza Reyes. Todo bien... ya me conocían los médicos del lugar (por aquello de la fe de cadáveres que normalmente hacía en dichas instalaciones), y de manera diligente desalojaron el área y estuvieron al pendiente de la llegada y la atención del accidentado. Minutos después me entregan la ropa y pertenencias del profesor, que a su vez las puse a disposición del primer funcionario de primer nivel apurado y preocupado en el asunto,  y ya presente en el lugar, el licenciado Arturo Orenday González, en su momento Oficial Mayor (nadie más, reitero), para luego regresar a las instalaciones de la Policía Judicial, no sin antes “instruir” al personal del IMSS de que “...callados se verían más bonitos...”, y bonitos se vieron, silencio total. Hasta ese momento “nadie” estaba enterado, y después, tampoco, aunque luego el accidentado haya sido trasladado al Distrito Federal de entonces, para su atención y tratamiento médico final.

              Sin investigación exhaustiva, sabíamos que el “responsable” había sido Alfredo Macías Reyes, y por ello, a enfriar las cosas. El dueño de la camioneta, se presentó de inmediato a reclamar. Respuesta: “...¿Cuánto vale tu chingadera?...”. Soltó de inmediato, “...Treinta Mil Pesos...”. Era claro que no más de veinte... pero la cosa era de que se mantuviera callado, y callado se mantuvo. Pedí a Tesorería General del Estado (hoy Secretaría de Finanzas) el cheque correspondiente por tal cantidad a nombre de concreta persona, se emitió, se entregó y listo, no sin antes advertir antes de la entrega del cheque: “...Usted abre el hocico, y yo me lo chingo (no sé cómo, pero me lo chingo)...”.  Por supuesto,  no abrió el hocico...

              ¿Qué faltaba por ocultar? Pues nada…

              En aquellos días la prensa no estaba jode y jode, y solo se decía que el Gobernador estaba de vacaciones y luego, en eventos en el entonces Distrito Federal. Mientras y tanto, se construía el elevador en Palacio... había sufrido fractura de cadera..., regresó, y todo en santa paz. Semanas después, y lógico, en una de mis guardias, el Gobernador de referencia me visita a mi oficina, solo para decirme: “...Buen trabajo, muchacho...”. Y si, era yo un muchacho... Transparencia, ¿para qué?

              El antes y el ahora ahora explicados. “…Muy bueno fingiendo que no lo noto, pero me cansé de darle pistas. Así que lo diré de la manera más explícita: ¡ya lo quiero!...”. Mariana dixit…

Aguascalientes, Ags.
22 de enero de 2020.
Sergio Rodríguez Prieto.

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