Fiesta en La Habana 
Por Sergio Rodríguez Prieto.
22 de octubre 2019.

              Ante los desencuentros o la no coincidencia de intereses con Mariana (por encima incluso de los excelentes momentos de convivencia logrados), y ante la presencia de ciertos desencantos, me dijo que  “…había días en los que ni ella misma se quería tener cerca… y aguantarse a sí misma era igual a sufrir…”. Aclaraba que “…su humor raramente le ayudaba, que casi nunca se sentía a gusto, que odiaba todo lo que quisiese hacerla feliz. No creía nada de lo bueno que otros le pudieran decir… que estaba cansada, que la habían lastimado bastante, que su indiferencia le costó el buen humor, y peor aún, su amor propio…”. ¿Causa de ello? Respuesta reveladora: “…un hombre que en vez de cuidarla, no supo mas que destrozarla: estoy rota…”, concluyó.

              ¿Cómo reconstruirla? Mejor dicho: ¿Cómo reconstruirnos? Y correteando soluciones recibo invitación de Conamex, Delegación Aguascalientes, para intervenir en el Conversatorio “Violencia de Género y Feminicidio”. ¡Uta! Y mi cabeza empieza a obnubilarse ante el tema propuesto, confrontado con la frase “…un hombre que en vez de cuidarla, no supo más que destrozarla…”. ¿Feminicidio? ¿Violencia de Género? ¿Qué carajos voy a decir?

              Por lo pronto, y para ustedes, recordar momentos sublimes, momentos felices. Así mi visita a La Habana, en el mes de noviembre de l año 2000, para ser parte de tres eventos, tres: a).- Congreso Internacional de Derecho (cuando en ese tiempo en tal ciudad había congresos de todo, incluido el de Macramé); b).- Curso especial sobre procedimiento penal oral, que se suponía solución y final feliz para México en el tema y cuya capacitación era esencial; y c).- Festival Internacional de Jazz. No asistir a tales eventos y en un solo momento, hubiera sido estupidez mayor... así que ni modo, ¡a sufrirle!

              Primera enseñanza: Sin siesta, no hay fiesta. Y eso de la siesta en todo su esplendor lo pude conocer -sin comprender a plenitud el significado que tenía en ese momento-, en la notable película “Lo que el viento se llevó” (“Gone to the Wind”) de Víctor Fleming, actuada por Clark Gable y Vivien Leigh. Pues bien, en La Habana, las actividades son intensas desde muy temprano, pero se “suspenden” o bajan de intensidad de las diecisiete a las diecinueve horas, precisamente para “tomar” la siesta, paréntesis necesario para entrarle a la fiesta (que estará presente todos los días de la semana), y concluida ella, dormir un poco, para estar “fresco” y empezar sin problema alguno a las actividades cotidianas a partir de las ocho/nueve de la mañana... Y así, todos los días. Con tal dinámica, y en la primera semana, conocer el “Havana Café”, un lugar que te ubica en el régimen pre-castrista, pre-revolucionario, aquella Habana de la llamada dictadura de Fulgencio Batista, de la diversión norteamericana, de las big bands de jazz, “un sueño”, la Habana de Al Capone, del “Hotel Nacional “. Luego, “La Zorra y el Cuervo”, donde y a propósito de música de jazz, escuchas lo mejor del presente, un sótano visitado no solo por músicos “consagrados”, sino por las futuras estrellas. Luego a la “Havana Disco”, a un lado de “Marina Hemingway”, lugar donde la música salsa se expone a su máximo nivel, y como consecuencia inevitable, donde la compañía femenina se antoja imprescindible, pero prácticamente subsanable, con ella al alcance y de excelente presencia. ¿Alguna queja? Obvio que no. Más adelante y para el necesario “cachondeo”, asistir a “Dos Gardenias”, lugar donde el bolero y la canción se imponen a todo lo demás, y en sus mejores versiones. Y que mejor forma de cerrar tal aprendizaje con jazz caribeño del más alto nivel en el festival internacional.

              Segunda enseñanza: tener a la mano, la receta original del “Mojito”, bebida imprescindible en toda fiesta en Cuba. Ya una vez ambientado y con la correspondiente compañía local, pasear por la llamada “Habana Vieja” (lugar arquitectónicamente precioso, y en ese momento en proceso de necesaria y lograda restauración), para desembocar sin temor alguno en “La Bodeguita del Medio” (Calle Empedrado 207, Centro Habana o Plaza Vieja), lugar donde, en la barra del lugar, se me dio a conocer la receta original del “Mojito”, que ahora les comparto:

              a).- Tener un vaso “jaibolero” a la mano;
              b).- Ponemos una cucharada de azúcar morena;
              c).- Luego el jugo de un limón grande;
              d).- Enseguida, colocamos tres o cuatro “ramitas” de yerbabuena, y procedemos a “macerarla” y mezclar con los ingredientes anteriores;
              e).- Realizado lo anterior, “llenar” el vaso con cubos de hielo;
              f).- Luego se sirve el ron blanco, el agua mineral y se vuelve a mezclar todo junto; y
              g).- ¡Listo!

              Recomendación: con tal receta, no más de tres bebidas, porque de lo contrario, tu real personalidad fluye, para bien o para mal.

              Tercera enseñanza: confirmar ya ahora que eso del proceso penal oral acá en Mexico, iba a constituirse en la mejor versión del llamado sexo oral: ¡puras mamadas!

              Por cierto y como colofón les digo: para el evento de la enseñanza del proceso penal en cuestión, fueron invitados específicos funcionarios del poder judicial local, con quienes tuve que convivir, y a quienes “malévolamente” les sugerí me acompañaran a la “Havana Disco”, lugar donde ya había “cultivado”  específicas amistades, las tres muy hermosas por cierto. No me pregunten cómo se comportaron ante tal escenario...

              Obvio, por tanta felicidad tuve que pagar factura, y así me lo recuerda hoy en día Mariana: “…Las pocas veces que he sido feliz, he tenido profundo miedo. ¿Cómo iba a pagar la factura? Solo los insensatos -o los no nacidos- son felices sin temor…”





Aguascalientes, Ags.
22 de octubre de 2019.
Sergio Rodríguez Prieto.
             

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