"En casa también he sido feliz".
Por Sergio Rodríguez Prieto.
13 de noviembre 2019.

“…Quien más, quien menos pagó caras 500 noches baratas y cambió a la familia por dos mulatas de culo obsceno…”.
Joaquín Sabina.



                            ...Eres tan humana y tan mágicamente real; tan edición limitada y tan mujer de verdad…”. Así quiso Mariana la definiera… Ahora, ella todo lo propone, a partir de sus cuatro gustos de vida (que tendré que explicarles de ellos en otra oportunidad). Me cuestionó en cierto momento y prácticamente me exigió le explicara como la consideraba, y al sentir que titubeaba ante la ausencia de palabras para decirle, se colocó en mi lugar para referir lo anotado, y que en el caso, aplica con total exactitud: “…Humana, demasiada humana…”, (Nietzsche dixit); de una realidad mágica en mis manos durante el tiempo que me corresponde estar con ella; edición limitada tirando a modelo único; y mujer de verdad, en el más amplio significado de tal palabra, aunque sea precisamente este tema el que a ratos deplora o menos disfruta. Eso de su desangrado mensual, es lo que definitivamente le irrita, al grado de afirmar, y no sin razón, que si no fuera por ello, las mujeres ya hubieran conquistado el mundo. Seguro ella sería la líder de tal proeza. Pero también he sido feliz sin ella…

                            Manuel Enríquez Salazar (quizá al lado de Hermilo Novelo), ha sido uno de los pocos violinistas mexicanos de éxito reconocido a nivel internacional, además de convincente compositor de vanguardia, líder del Cuarteto Mexico, y con quien tuve la oportunidad de convivir en casa mía, justo antes de que recibiera el Premio Nacional de Bellas Artes 1983.

                            En el mes de febrero del año de 1982, terminó mi primera aventura en la Procuraduría General de Justicia en el Estado, hoy Fiscalía, y a la que regresaría doce años después, para la realización/promoción de lo que sería del Código Penal del 95, para el Estado de Aguascalientes, elaborado desde la perspectiva de “los elementos del tipo” (otra historia para contar). Pues bien, en ese año 82, me “refugié” en la UAA (de dulces recuerdos, de nefasto presente), así como en la actividad radiofónica (que ya les comenté, desde que la tomé, no la he abandonado), y en iniciales actividades de litigio. Mi familia se iba conformando apenas; vivía ya en un departamento ubicado en la Calle Lerdo, debidamente “equipado” con su “kit de sonido” propio de la época (amplificador, ecualizador, mezcladora, dos tornamesas, y dos bocinas, en ese tiempo, de marca Panasonic), mujer e hijo. Ya la euforia de la música disco había disminuido, así que la fiesta normalmente se realizaba en casa, o en domicilio de mis suegros. Debo agregar que tuve también la fortuna de tener un suegro “famoso”: Ladislao Juárez Ponce, mejor conocido como “El Chato Juárez”, excelente compositor y principal representante de lo que en cierto momento califiqué como de “folklore urbano”. Una de las múltiples actividades que tenía el citado, era la de convertirse en “anfitrión” (en el buen sentido del término) de los varios artistas que visitaban la ciudad de Aguascalientes, en aquellos tiempos de real promoción cultural a cargo de la “Casa de la Cultura”, y uno de tales compromisos lo fue precisamente el atender a Manuel Enríquez Salazar. Y decidió que en lugar de llevarlo a cualquiera de los escasos restaurantes existentes en la ciudad después de su presentación en el Teatro Morelos, fuese atendido en mi naciente hogar: ¡excelente decisión! Así que, a preparar el evento, ocurrido a finales del año 1982.

                            Obvio: la cena a cargo de mi suegra (doña Graciela) y mi mujer; la bebida, proporcionada por el Maestro Juárez (su inseparable “pajarito” -Ron Potosí-), y la música, evidentemente a mi cargo. La plática surgiría fácil con todo ello… Manuel Enríquez era acompañado por su pareja en ese tiempo, y sin nadie más, aquél evento se convirtió en modelo de convivencia. Recuerdo bien que el primer disco que les hice escuchar fue el “Return to Forever” de Chick Corea, de la entonces novedosa ECM, y como ya tenía varios títulos de tal marca, centré mi propuesta en ello. Por supuesto le hice referencia al maestro Enríquez de la coincidencia existente entre la fecha del estreno de su concierto no. 1 de violín con la fecha de mi nacimiento; luego, el que me explicará que tan especial fue la “Juilliard School” (en la que se educó), y lo fundamental, su pasión por la llamada música “electro-acústica”, lo que nos llevó a escuchar no solo al “Return to Forever” referido, sino las primeras muestras de minimalismo, vía Keith Jarrett, Steve Reich y Tangerine Dream; recordar a Dmitri Shostakovich, a su admirado Paul Hindemith (del que yo ya conocía su “Matías, El Pintor”, por influencia del Maestro Alfredo Zermeño), sus diferencias con Hermilo Novelo, y de sus mas recientes arreglos a temas de música mexicana, que serían y fueron interpretados por la Filarmónica de la Ciudad de México, a cargo de Fernando Lozano (uno de los “favoritos” de Doña Carmen Romano), en ese mismo año de 1982. La plática daba para mucho más, pero la noche fue corta… Al final, y como despedida, sacó de su portafolio -que había dejado en el carro de mi suegro-, un cassette que me entregó y que tenía precisamente la grabación de los temas mexicanos interpretados por la Filarmónica de la Ciudad de México, con arreglos de Manuel Enríquez, joya que el tiempo se llevó, pero material puntualmente difundido por mi en la ya exitosa Radio Casa de la Cultura.

                            Hoy regreso a mi realidad, ya no tan rica en tales experiencias, aunque Mariana me reciba con un “…después de tí, no he dejado que nadie me quiera…”.

Aguascalientes, Ags.
13 de Noviembre de 2019.
Sergio Rodríguez Prieto.

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