LA VIDA BREVE

Una idiotez vital

Armando Alonso

23 de febrero 2022.

 

«Toda profecía es simplemente memoria activa, no se puede prever nada, solo mirar en el retrovisor de la historia y contarnos historias sobre el futuro». GEORGE STEINER

 

Con aliento en este vida el filósofo y escritor George Steiner,  testigo de esa gran catástrofe que fue la Segunda Guerra Mundial, hablaba, reflexionando  acerca de la educación contemporánea y de la vida misma, de la importancia de conceder mayor importancia a dejar a los jóvenes cometer errores, antes que a  intentar comprendieran todo desde el principio y de una vez.   “Los errores y las esperanzas rotas nos ayudan a completar el estado adulto”, decía el escritor contrario a las entrevistas. recién cumplidos sus 88 años, en una plática en 1996.

 

Releerlo hoy es comprobar su hondura y su vigencia. Volvemos a leer y casi escuchar al Steiner que se  mostraba extremadamente crítico con el papel jugado por las democracias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, en la creación de contextos de pobreza que han podido actuar como “semillero suplementario de soldados de Dios”, decía, refiriéndose al capitalismo, en cuanto industrialización de masas, la eliminación de las formas más primitivas de la comunidad local, la globalización sin freno; “sí, tenemos una responsabilidad que asumir. A un lado de la barrera está el paraíso, al otro, el desierto, la miseria. Triste. El mundo vive hoy una desigualdad terrible de posibilidades de vida. En el tercer mundo, los niños mueren y la gente come basura. Y no hay respuestas para este fracaso, que es el de todos nosotros”.

En aquella charla con Borja Hermoso, para El País, el catedrático de literatura comparada, el lector de latín y griego, la eminencia de Princeton, Stanford, Ginebra y Cambridge, el autor de “Después de Babel” hablaba a colación, de que nunca antes como en esta era la aceleración casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte y dañina, y donde, “hay que tener siempre tiempo para buscar tiempo”. Eso y no tener miedo al silencio, repetía, son condiciones para vivir:  “Solo el silencio nos enseña a encontrar en nosotros lo esencial”.

 

Para uno a estas alturas, tampoco nunca tanto aprecio al Steiner que tanto nos enseño a aquellos jóvenes, a aquel que respondía a quienes le espetaban que las utopías eran idioteces, que en todo caso eran idioteces vitales. Y que tenía como una certeza el que ser  joven hoy no es fácil: ¿Qué les estamos dejando?, se preguntaba para responder:  “Nada. Incluida Europa, que ya no tiene nada que proponerles. El dinero nunca ha gritado tan alto como ahora. El olor del dinero nos sofoca, y eso no tiene nada que ver con el capitalismo o el marxismo. Hoy incluso el niño huele el dinero, y el único objetivo ya parece que es ser rico. Y a eso se suma el enorme desdén de los políticos hacia aquellos que no tienen dinero. Para ellos, solo somos unos pobres idiotas”.

Hombre de su tiempo, nuestro tiempo, este tiempo, recordamos, de ayer a hoy y de hoy para mañana al hijo de judíos vieneses que huyeron del nazismo primero a París y luego a Nueva York, al filósofo de las cosas del ayer, del hoy y del mañana; al premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2001, al polemista y mitólogo políglota y al autor de libros capitales del pensamiento moderno, la historia y la semiótica . A quien cuando le preguntaban por su religión, decía que era Volteriano.

Esa última afirmación, en homenaje al gran pensador de la Ilustración que a pesar de sus críticas nada contenidas a la religión, fue un ferviente defensor de la tolerancia y los derechos civiles como única base posible para una sociedad moralmente sana. Al Voltaire que luchó con insistencia para que la justicia y las oportunidades fueran iguales para todos, una creencia arraigada en él desde su primer encarcelamiento, en el que sufrió en sus carnes la discriminación por no ser un noble.

 

Voltaire aparte, en otra parte de la entrevista, Steiner, hablando de optimismo y pesimismo, decía que el tono de esa charla sería distinto, sería mucho más optimista, decía, porque hoy, cada lunes la ciencia nos descubre algo nuevo que no sabíamos el lunes pasado. “En cambio –y esto que le digo es totalmente irracional, y ojalá me equivoque-, el instinto me dice que no tendremos un nuevo Shakespeare ni un Mozart ni un Beethoven ni un Miguel Ángel ni un Dante ni un Cervantes el día de mañana. Pero sé que tendremos nuevos Newton, Einstein, Darwin… sin duda. Esto me asusta, porque una cultura sin grandes creaciones estéticas es una cultura empobrecida. Echamos mucho de menos a los titanes del pasado. ¡Ojalá me equivoque y el próximo Proust o el próximo Joyce estén naciendo en la casa de enfrente”!

 

Ningún lugar es aburrido si me dan una mesa, buen café y unos libros. Eso es una patria, decía. “Nada humano me es ajeno”. ¿Por qué Heidegger es tan importante para mí? “Porque nos enseña que somos los invitados de la vida. Y tenemos que aprender a ser buenos invitados”.

El pasado 3 de febrero se cumplieron dos años de su fallecimiento

 

Publicado en “Hidrocálido”. 23.02.2022

 

 

 

 

 


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