“Fando y Lis

Por Sergio Rodríguez Prieto

22 de noviembre 2020.


“...Óyeme Daniel, ¿y Linda? 

¿Linda, Linda? Se fue, me dejó... No me ha escrito, y sabrá Dios... y sabrá Dios...”. 

“Linda”. 

Letra y música de Pedro Flores. 

Interpretación de Daniel Santos. 

 

 

                       Lamento decirles que el tema aplica hoy con Mariana: No me ha escrito, y sabrá Dios… y sabrá Dios! Era lógico que así sucediera: mucha belleza, mucha juventud, mucha autonomía, mucha independencia, mucha determinación sobre su espalda..., y muchos sus seguidores. Por otro lado, muchos años a cuestas de mi parte. A mi edad, solo puedo dar lástima o dinero, y como dinero no tengo -solo lo necesario para sobrevivir-, pues esa especie de final, estaba mas que prevista. Ya lo tenía sentenciado Biaggio Antonacci, en “Te Dejo Vivir”: “...No se puede condicionar la libertad…”. 

 

                       Así que, con tanto tiempo por disponer y confinado aún por esa madre que no han podido controlar, solo queda recordar lo bueno sucedido -porque se han dado así las cosas-, aunque en la red algunos insistan que los nacidos entre 1952 y 1979 hemos sido afortunados. No lo creo tanto, o por lo menos, no de tan determinante manera, y porque claro fue que lo vivido, no generó el mismo efecto positivo en todos, como ahora puedo darme cuenta. Por eso, ahora les cuento lo ocurrido en el primer domingo de mi estancia en la ciudad de Guanajuato, justo un día antes de iniciar el curso de licenciatura en derecho, en el mes de septiembre de 1970. 

 

                       La familia decidió llevarme al lugar en el que radicaría por mas de seis años (“…con regresos a menudo, pero con plena conciencia…”, según idea de Alberto Cortés), ese domingo en el que iniciaba tal aventura académica, y ya para las dieciocho horas me encontraba “desamparado”. La casa de asistencia donde me instalé, justo a un lado de la Basílica, en la Calle Truco, me colocaba simplemente en el centro de la ciudad: todo al alcance de la mano. Así que nada me impedía llevar a cabo un primer recorrido, y en pocos minutos conocí “Baratillo”, “Jardín de la Unión”, “San Diego”, “Teatro Juárez”, “Teatro Principal”, y precisamente en este lugar, el agregado “Cine Club”, que proyectaba para esa tarde/noche, “Fando y Lis”, de Alejandro Jodorowsky, llamando la atención la imagen promocional, el rostro de Lis (Diana Mariscal) en blanco y negro, comiendo una flor… 


 


 

                       ¿Por qué me tenía que llamar la atención tal propuesta? Primero, el tema del Cine Club, que acá en Aguascalientes en tales años no se manejaba de manera tan cierta, a pesar de los esfuerzos de una naciente “Casa de la Cultura”, hoy penosamente enterrada en enredos de burocracia insulsa e ineficiente; en segundo término, porque me consideraba aficionado voraz de películas de todo tipo (claro, de las propias de la época y anteriores), al grado tal que bien podía “consumir” hasta siete películas al día (cuando se podía): tres de matinée; dos de función vespertina; dos de función nocturna; y en tercer lugar porque, medianamente informado de temas “culturales” por la lectura que hacía del “Suplemento Cultural” de “El Heraldo Ilustrado” (editado en el entonces Distrito Federal), supe de lo ocurrido con “Fando y Lis” en el Festival de Cine de Acapulco del ya citado año de 1968. Como este Festival se celebró en el mes de noviembre, era mas que evidente que “todos se encontraban muy nerviosos” (lo ocurrido en octubre no había sido para menos). La proyección del filme se tradujo en “escándalo”; Emilio “El Indio” Fernández (“gloria” del cine nacional) estaba decidido a matar a Alejandro Jodorowsky por “tal afrenta”; comentarios negativos, casi todos, se dejaron venir, y la exigencia de “expulsar” del país al chileno director. El único comentario racional y sereno surgió en la persona de Roman Polansky (“…el arte no debe ser limitado…”), que tuvo a bien presentar en el citado Festival su “Rosemary’s Baby”. Resultaba entonces consecuente que la exhibición de la película denostada no iba a darse en la salas comerciales (recuerden que eso de la exhibición lo controlaba la Secretaría de Gobernación), pero dadas las circunstancias sociales y políticas existentes en ese momento, fue que se creo el concepto “Cine de Arte”, “Cine de Autor” y “Cine Club”, para que dentro de estos circuitos, se lograra la exhibición de ciertos productos, y aligerar esto de las “prohibiciones”. Así que a aprovechar la coyuntura, justo en la Ciudad de Guanajuato, y a aficionarme de los trabajos de los directores “consagrados”. 

 

                       ¿Con quién de esos afortunados que dicen ser, estaría en condiciones hoy de comentar las imágenes “corrosivas”, y las situaciones de absurdo total, en busca de la felicidad, que nos fueron proporcionadas por “Fando y Lis? ¿De saber hasta donde su experiencia visual “alteró” y/o “modificó” su forma de vida? Obvio que en mi caso, después de retirarme del Teatro Principal, supe que mi existencia empezaba a cambiar de forma radical, en todos los sentidos. Decir que esa noche dormí, sería mentirles, porque además en unas horas tendría que presentarme a mi primera, y muy jodida clase, de “Introducción al Estudio del Derecho”. ¡Vive Dios! 

 

                       Y recordando hoy uno de esos momentos determinantes, recibo un mensaje no esperado ya:“...No importa si estemos juntos en diez años... Me importa decirte que desde que llegaste volví a conseguirle sentido a la vida.- Mariana…”. 

 

Sergio Rodríguez Prieto. 

Aguascalientes, Ags. 

Noviembre del año del confinamiento. 



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